Deflación ficticia o futura escasez
Cuando un producto o servicio aumenta su costo en un período de tiempo, existe inflación. Por ejemplo, si un producto valía Bs 100 en diciembre de 2012 y hoy su valor es de Bs 150, tuvo una inflación anual de 50%. Fácil de explicar.
El ejemplo anterior es lo que se llama una inflación brutal, asesina y caníbal. Pero hay mejores casos en los que no supera el 5%, lo que no es malo. De hecho, la inflación no es tan mala: da una sensación de riqueza en la población, quienes terminan pensando que ganan más que el año anterior.
Ahora, lo contrario a la inflación se llama deflación, es decir, cada vez las cosas cuestan menos. Suena perfecto en principio. Imagínese que usted se compró una licuadora ayer por Bs 50 (valor ficticio y completamente imaginario) y hoy amaneció costando Bs 20. Probablemente usted se moleste por haber pagado más.
Y si todo pierde valor, también su sueldo. De eso sufren los pobres japoneses, que luchan para lograr inflación.
Ahora, cuando la deflación es decretada las consecuencias pueden no ser agradables. Si soy un importador que es obligado a bajar los precios, podría dejar de hacer compras en el exterior y dedicarme a algo mejor, como hacer malabares en los semáforos. Podría resultar en mayores ganancias por un esfuerzo mínimo realizado.
Y si yo no importo mercancía, ¿qué van a vender los minoristas? Probablemente poco. Y si hay pocos productos en el mercado, pero mucho dinero en la calle, se produce inflación otra vez (mucha demanda y poca oferta aumenta los precios). Y esta vez podría ser más brutal, asesina y caníbal. Pero todo tiene solución: yo les guardaré un lugar en la esquina del semáforo.
Pero algunos prefieren gozar el presente, sin pensar jamás en el mañana.
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Publicado el o1° de diciembre de 2o13
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